En esta columna, he mencionado en varias ocasiones a Dios, El Todopoderoso, El Gran Hacedor Universal o como quiera que ustedes lo llamen, si es que creen en una deidad o poder creador omnipresente que nos acompaña.
Nunca he hablado de religiones o filosofías, ni siquiera de la mía, claro está. Suele ser un terreno complicado, escabroso, en el cual es fácil perderse y encontrar oposiciones a nuestros puntos de vista que suelen generar, a veces, no pocas discusiones y hasta pérdidas de gente apreciada.
Sin embargo, me gustaría compartirles en esta ocasión, algo que en lo particular me parece encomiable: la participación de mucha gente joven en la Misa Dominical y sobre todo recibiendo la comunión. Hablo de la participación en las ceremonias católicas porque es la religión que yo profeso y sobre la que tengo conocimiento así que no crean que trataré de convertir a nadie ni mucho menos a través de esta columna. Quiero creer que en otras religiones sucede el mismo fenómeno.
No, no hablaré desde el punto de vista de católico, o sobre las bondades que yo aprecio de mi religión porque no es el caso, más bien, trato de compartir el hecho de ver, en un mundo que cada día es más materialista, hedonista, donde el tener o pretender tener, el parecer, donde la imagen es cada día más importante para sentirnos satisfechos o para medir los niveles de felicidad, chicos que encuentran un alimento espiritual en su religión.
Los veo en parejas o solos, hombres y mujeres, con distintas formas de vestir y de expresarse. No los veo forzados, aunque supongo que como en todos lados, hay quienes están ahí porque los mandaron y sin duda eso también tiene su mérito.
Agradezco a estos chicos que me ha tocado ver, por el hecho de acercarse a su ser espiritual y demostrar que la religión y el mundo no son mutuamente excluyentes, que pueden formar un equilibrio que les permita crecer tanto en lo material como en lo espiritual lo cual creo, (creo) buena falta nos está haciendo en general y con urgencia.