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Vivir para ver – Leonel Ramos Morán

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Hace unos días, vi una publicación en Facebook de unas fotografías de nuestra Antiquísima y Nobilísima ciudad de Autlán que mostraban lugares que han sido modificados en su imagen con el paso del tiempo, el antes y el ahora pues.

No pude evitar evocar con nostalgia  la imagen que tengo grabada de muchos lugares de la ciudad en aquellos tiempos cuando era un crío. (Eso de pasar de los 40 del primer tiempo tiene esas consecuencias).

No sé, creo que me gustaba más la ciudad con su imagen de principios del siglo XX, las casas altas con techo de tejas, las cornisas de las que hablaban Don Ernesto Medina y el Maestro Antonio Alatorre que fueron impuestas por algún Alcalde que pretendía llevar nuestro Pueblo a la modernidad haciendo pasar las casas como si tuvieran azoteas.

Los corrales grandes, los patios en medio de dichas casas, las ventanas de cuerpo entero, ideales para las serenatas, los zaguanes de madera, grandes, imponentes y sobretodo, abiertos a cualquier hora del día sin tener pendientes de ningún tipo. Los pisos de mosaico o de tierra, según la capacidad de cada quien.

Entiendo los nuevos diseños, las nuevas tendencias en decoración, los nuevos diseñadores de vivienda. Quizás son más prácticos y funcionales dichos diseños pero sin duda no son más bonitos ni despiertan tantas emociones como las fachadas antiguas.

Agradezco a quienes a pesar de los pesares mantienen sus casas con el estilo antiguo, de pueblo viejo, con olor a pasado, a nostalgia, a historia. Que nos regalan sueños y  nos hacen viajar algunos lustros en el tiempo recordando que el mundo era un poco más sencillo, más fácil, más grato, jugando en esos corrales, trepando a esos árboles y disfrutando el fresco de las puertas abiertas.

Quizás es solo cuestión de querer…

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