Y resulta que inicia el otoño en nuestro hemisferio. Una estación enigmática, asociada con las hojas que caen de los árboles, la finalización del calor inclemente que suele azotar nuestra tropical región, el viento que viene del sur anunciando que las lluvias son parte del recuerdo (aunque en este año las lluvias sólo son un recuerdo, un anhelo), el comienzo de días más cortos y el inicio de la nostalgia porque el año se está terminando.
Momento de detenerse un poco, de relajarse, de guardar un poco de silencio, de reflexionar si vamos bien o nos regresamos.
Pero en vez de pensar en las incertidumbres políticas, en los tonos grises, en las muchas preguntas y pocas respuestas, mejor los invito y los incito a ir de paseo, a disfrutar el aire fresco que comienza a llenar nuestras tardes y noches, a maravillarnos con los ocres que pintan el horizonte y a mentalizarnos en que será un gran cierre de año.
Me encanta el otoño porque anuncia que todo se renueva, que la vida es cambio, que todo es dinámico, que nada se queda, salvo lo que nosotros deseamos, que siempre existen salidas, alternativas, opciones para mejorar aunque sea un poco cada vez, como escribió Zorrilla: “Ya viene el revuelto otoño. Recogiendo frasco y flores; Pasó el sol con sus calores, Y alumbra al fin otro sol”…