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Vivir para ver – Leonel Ramos Morán

ALTERADOS…

columnistas pluma

Hace unos días, tuve la oportunidad de escuchar y analizar algo de lo cual había escuchado hablar, discutir, pelear y razonar: los llamados corridos “pesados” o “alterados” o como sea que les digan.

En realidad, jamás había escuchado alguno de esos corridos ni conozco a las agrupaciones o solistas que los interpretan. Esa noche, porque fue en la noche, ya un poco tarde, haciendo zapping, me detuve en uno de los canales de videos que existen en nuestro sistema de telemecate y me llamó la atención el contenido de las canciones, así que estuve un buen rato viendo y escuchando las piezas de marras.

Debo confesar que no recuerdo títulos ni mucho menos letras o los intérpretes, pero si recuerdo a grandes rasgos la temática que los integra. Y bueno, si quedé sorprendido y pensativo. No me asusta ni mucho menos el contenido de las canciones o de los videos, he visto y escuchado cosas peores y creo que la libertad de expresión existe para todos, pero si me hizo reflexionar sobre nuestras preferencias musicales.

Respetando la libertad de expresión de los creadores e intérpretes y de quienes gustan de escucharlos, cantarlos, comprarlos (a final de cuentas muy su inspiración y su lana) y tomando en cuenta que no existe una verdad absoluta y que sin duda, lo que me hace feliz a mí no por fuerza hace felices a todas las personas, me cuesta trabajo entender que se haga apología de una fantasía tan aterradora.

No sé si sea una cuestión aspiracional, un escape a nuestra realidad o una genuina admiración por los argumentos que protagonizan los temas, pero cual sea la motivación que genera la realización, la interpretación o la adquisición de estos contenidos, debería ser motivo de un análisis antropológico muy profundo el que formen parte cada día más, de nuestro acervo cultural musical.

No se trata de censurar ni mucho menos, la libertad de elección y de expresión no debe ser limitada y a final de cuentas, en lo personal, mi elección es no escucharlos  aunque respeto sobremanera a quienes gustan de ellos, pero sí me hizo pensar acerca de si nos enriquece como personas este tipo de contenidos.

¿Y usted, estimado cómplice, que opina?

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