EL ABOGADO DEL DIABLO.
No voy a defender lo indefendible ni mucho menos. No es esa la idea de esta columna. Lo que sí, es que me gustaría recalcar lo frívolos que somos en muchas ocasiones los seres humanos y la forma en que hacemos leña del árbol caído lo cual, desde mi punto de vista, es un acto por completo falto de valor.
Estas semanas han sido marcadas por noticias cuyos protagonistas son personajes que de nuestras tierras sobre los cuales, se han escrito cualquier cantidad de comentarios, todos por supuesto respetables con base en la libertad de expresión de la cual gozamos (creo) todos los mexicanos, o por lo menos la mayoría.
Me refiero a un político asesinado apenas hace poco más de una semana y un ex sacerdote de la Diócesis de Autlán. Pocas ocupaciones tan expuestas al escrutinio público como las mencionadas ¿no es cierto? Obligados por deber de sus ministerios, a ser ejemplos (de los buenos claro está) para la sociedad o pasar la pena de ser linchados mediáticamente, si me permiten esta expresión tan extrema.
La pregunta que me hago es: ¿hasta dónde tenemos derecho de juzgarlos nosotros? Y más, ¿hasta dónde podemos declarar tan fácil por ejemplo, en el caso del ex sacerdote, que debemos cuidarnos de la Iglesia Católica y sus Ministros porque son nocivos para la sociedad como lo manifiestan muchos de manera tan a la ligera? Si la persona es culpable esperemos reciba el castigo que merece impuesto por quienes están facultados para ello. y nosotros, si algo negativo sabemos, pues hombre, hay que denunciarlo y buscar que se haga justicia o que se corrija el fallo. Con pruebas por supuesto, no con chismes.
Podemos estar en contra de la religión o de Dios o de la Iglesia, pero me parece que de ahí a pretender emitir juicios de valor sobre todos los que la integran es un acto irreflexivo, que califica la conducta de algunos y la generaliza para mal. ¿Por qué no generalizamos también lo bueno que existe en la Iglesia que es mucho más que lo malo? Será que eso no vende o no genera polémica o vaya usted a saber por qué preferimos ponderar lo malo en nuestras vidas.
En el caso del político asesinado, creo que podemos estar de acuerdo o no en lo que fue el ejercicio de su profesión, sobre todo, en lo referente a su influencia en nuestra ciudad de Autlán de la cual fue administrador. Pero me parece que tenía que haber sido en vida el reclamo, en las urnas, en la competencia. Ahí no se manifestó nada puesto que ocupó cargos como Munícipe y Legislador Local y Federal. A toro pasado pues…
Insisto, no voy a defenderlos ni nada parecido. Lo que sí creo, es que, si algo deben o debían, pues ya están ante las instancias correspondientes para ser oídos, juzgados y sentenciados.