A Mario y Pablo porque me hacen un Papá muy feliz.
Nadie me ha enseñado a ser Papá. Y el proceso de aprendizaje ha sido no siempre sencillo. Sin embargo, confieso que ha sido una de las experiencias más felices y más hermosas de mi vida.
Verme reflejado en seres cuya luz es tan intensa que me obliga a cuestionarme si en realidad seré capaz de ayudar al Creador a formar tales maravillas, me deja un sentimiento que no podría describir con mi limitado conocimiento del idioma.
Verlos desde su edad más temprana, estar presente en sus primeros pasos, en sus primeras palabras, en sus primeras sonrisas, es una experiencia que no podría pagar con todo el Amor que existe y que no habría imaginado si alguien me hubiera dicho que sería de esta manera.
¿En realidad ha pasado de esta manera o se trata de una mera ilusión? Pues nada, en realidad ha pasado y sigue pasando día con día. En cada charla, en cada sonrisa, en cada broma, en cada beso de despedida, en cada caricia a su cabello, en cada consejo, en cada confidencia, en cada pregunta, en cada solicitud de permiso, en cada inicio de día y en cada final de la jornada.
Sin duda soy afortunado de tener los hijos que tengo. Puedo presumir, como buen papá cuervo, que mis hijos son buenos chicos, sencillos, alegres, de buen corazón, siempre dispuestos a ayudar a quienes lo necesiten. Por supuesto, tienen sus ratos extraños, sus manías y sus debilidades no siempre comprensibles pero sin duda llenas de verdad y de buena fe.
Sólo pido al Todopoderoso me auxilie en este camino, me llene de prudencia, de sabiduría y por sobre todas las cosas, me llene de amor por ellos y para ellos. Porque sin amor, no podría intentar guiarlos, ni podría tratar de enseñarles que en efecto, el amor, es el único camino para transitar en este redondo y azul planeta.
Gracias Mario y Pablo por darme la oportunidad de ser su Papá. Con todos mis defectos, con todas mis equivocaciones y con todos mis malos ratos.
Que Dios los llene de bendiciones siempre.