QUE SE PIERDA TODO, MENOS EL HUMOR…
De repente somos muy solemnes, sobretodo, cuando se trata de auto valorarnos o de hablar bien de nuestras esbeltas personas y gratas personalidades. (Qué, no se rían). A veces, nos tomamos la vida demasiado a pecho, sin tomar en cuenta que el asunto no es lo que somos sino lo que pensamos que somos.
Tenemos una imagen construida con base en experiencias que nos remiten a que al hablar de nosotros mismos, debemos ser cautos, prudentes, que el elogio en boca propia es un insulto y que debemos proyectar una imagen de humildad, de recato y por supuesto, de mucha seriedad.
El detalle, es que esa imagen que tenemos o que nos han enseñado acerca de nosotros, es lo que termina determinando la persona que en realidad somos y los alcances que podemos tener. Esta imagen de solemnidad y humildad, suele ser una limitante para nuestros pensamientos y para nuestros sueños, sin tomar en cuenta que cuando se sueña todo es posible.
Así que, creo, podríamos ser un poco menos solemnes y un poco más soñadores. Podríamos ser menos humildes y ser más receptivos a aquello que el Creador (o en quien usted crea) siempre tiene a bien regalarnos aun sin haberlo pedido de antemano. Podríamos creer que en realidad merecemos dejar atrás rencillas, resentimientos y otros pasados sin remedio.
Demos en abundancia aquello que buscamos o que anhelamos y tengamos la intención de ser creadores de felicidad, de sustento y de sostenimiento de la vida. Ayudemos a otros a conseguir lo que desean. Demos atención, afecto, amor. Deseemos siempre alegría y bienestar a los demás y creo que sin duda recibiremos lo mismo quizás en una proporción mayor a lo que imaginamos.
Que tengas un gran día…