La tarde languidecía a la muerte del tercer toro, y salvo los escasos pasajes de valor de El Juli con el primero, todavía no pasaba nada digno de encomio. Los primeros toros de Diego Silveti y Armillita IV no había permitido mayor lucimiento, así que el ánimo de la gente parecía estar contagiado de ese hastío natural cuando no pasa nada.
Aquella resaca era lógica, posiblemente después de una tarde de intensas emociones, la del día anterior con José Tomás. Sin embargo, una de las condiciones más maravillosa de este espectáculo es que aquí nada está escrito, y en cualquier momento una tarde intrascendente puede subir de tono y alcanzar cotas de euforia tremenda, como de hecho ocurrió en la segunda mitad de la corrida.
Y a partir de que El Juli dio un puñetazo de autoridad en la mesa y le tumbó dos orejas de ley al complicado cuarto, tras una faena en la que demostró su indomable raza de figura, el resto del festejo se elevó en una espiral de sensaciones que mantuvieron en tensión y júbilo a todo el público que llenaba la plaza.
Fermín sintió lo que hacía con el huidizo sexto, al que toreó con suma inteligencia y buen gusto, dándole los adentros y adornándose toreramente en una faena de recursos. Y la estocada fue la mejor rúbrica para tumbarle una oreja que lo sitúa como uno de los jóvenes triunfadores del ciclo de su tierra.
Así las cosas, apareció Emiliano Gamero como un vendaval a caballo y revolucionó el cotarro de una manera impresionante, con una monta espectacular y una tremenda capacidad de conexión con el tendido. La variedad de su cuadra y su dinamismo fue explosivo ante un buen toro de Fernando de la Mora al que mató de manera extraordinaria, pues el toro cayó muerto, fulminado como por un rayo de esta tormenta eléctrica que desató Gamero con un toreo sumamente exultante.
Y ya entrados en gastos, Diego, que había estado muy valiente y decidido, además de inteligente, con el quinto, que fue un toro que le pidió el carné, sacó la casta en el de regalo, un magnífico toro deFernando de la Mora al que cuajó de principio a fin.
Desde que se abrió de capote mantuvo la serenidad para no venirse abajo y su expresión adquirió un relieve inesperado, pues toreo por nota, para sí mismo, con una gran autenticidad y se fundió con el bravo «Aroma de toro» hasta llevar su faena a una profundidad tremenda.
Los naturales fueron la parte medular de una faena sin mácula, que comenzó con unos escalofriantes estatuarios y ante la entrega absoluta de un público que se rindió a su arte.
El indultó del toro se dio de manera natural, tanto como la obra que había trazado Diego, y fue así como cambió una cornada por un triunfo consagratorio en esta plaza. La aparatosa voltereta dio al instante un dramatismo en el que el toro se erigió como ese ser misterioso capaz de provocar tantas pasiones.
Cojeando, y sangrando, se fue por su propio pie a la enfermería, en una estampa de torero que antecedió el epílogo de la salida a hombros de El Juli y Gameros, el mejor broche de oro a unos días repletos de emoción de una feria que ya entra en los anales del toreo de México por la calidad del toreo que se ha visto en la monumental.
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Décimo festejo de la Feria de San Marcos. Lleno en tarde calurosa. Seis toros de Montecristo y dos de Fernando de la Mora (7o., para rejones, y 8o., de regalo). Julián López «El Juli» (azul pastel y oro): Ovación tras petición y dos orejas. Diego Silveti (Silencio en su lote e indulto en el de regalo. Fermín Espinosa «Armillita IV» (violeta y oro): Silencio y oreja.El rejoneador Emiliano Gamero: Dos orejas y rabo. Incidencias: El camión que transportaba la cuadra de Gamero no pudo llegar a tiempo, de tal suerte que el caballista lidió al 7o. Silveti pasó a la enfermería para ser atendido de una cornada en la pantorrilla derecha.